Siento un cansancio prematuro de saber
que mi muerte no tendrá importancia.
Que mis epopeyas inventadas
no tendrán sentido
salvo hacer más grandes a los inmensos árboles
y más digno su silencio.
De que no hará falta mi recuerdo
para que vuelvan a germinar las flores
y los animales en mayo
con su líquido entre el asco y el milagro.
Nadie se despedirá de mí
como el forastero que construyó la iglesia,
ningún borracho inventará mi historia
pero los parroquianos le negarán
todos los detalles que tengan grandeza.
La realidad no necesita de nuestras mentiras
de nuestras grandes ideas que no desarrollamos
hasta que alguien genial
las de por obvias y las ponga en duda
y al reafirmarlas descubra que es otro boceras.
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