Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

jueves, 27 de marzo de 2014

                                                                  La Declaración

Tenía que hacer la declaración antes de que todos le dieran la espalda. Había una música folclórica atronadora en su cráneo.
                     ¿Sería una radio?. Porque esa era la perversidad de la condena. Aislarlo. Primero humillarlo públicamente. Abrirle la cicatriz de sus anteriores heridas. Vegueta estaba desolada. La gente que tanto odiaba seguía en sus casas descansando. Se habían olvidado de él. Pero él exhausto tenía que llegar a la emisora pa recordarles. Aquello se le semejaba como ir a un velatorio en una perrera. Lo habían abandonado allí en la islita por una condena que no recordaba. Los edificios de piedra pulida gris parecían ruinas prematuras. Era difícil distinguirlos. Pero parecía obvio que estaban llenos de historia insignificante. Como dentro de poco lo sería la suya. Las innumerables pasiones. Los esfuerzos sin recompensa. Las obras dejadas a medio hacer ¿quién las relataría aunque fuera con el nombre de otro?. ¿Cuántos cientos machacarían dando vueltas en la cama su historia, las cientos de historias como la suya? ¿qué es la verdad?.
  Y él se quedó callado.Sin reacción.  Enfrente el edificio parecía en riesgo de derribo. En Madrid no soñarán mientras les ruge la barriga. Tocó el telefonillo. Le abrieron sin preguntar. Empujó el portalón. Subió por los escalones estrechos de dos a dos. El pasillo lleno de pasquines por el suelo. A los lados. El cuarto de la mesa del sonido. Estaba con el sopor de la depresión tras un ataque de angustia. Entró rápido en la mesa pa estar en el aire. Sólo había guitarras solitarias tocando con alegría. Había hedor a polvo. No volvería a haber recuerdo de los muertos…



                                                   El Asalto al Guiniguada

Maraya y Vicenzo apreciaban el desprecio que les tenía el Departamento de Inteligencia. Eran los únicos que les tomaban en serio. La policía analizando semioló-gicamente en la SUPERCOMISARIA  nuestro programa. Transcribo notas de los croquis de los informes policiales. Dios qué impertinencia sutil. Qué endiablados. Qué indirecta. Doctor sutil. Esta chusma es peligrosa. Tiene la cabeza llena de cuchillas oxidadas. Este silencio cuánta mala uva, qué ruindad. Claro y cómo van de tontos. De inocentes. Morralla gofiones de mierda. Joder y en época de Crisis. Diletantes…buf hay que pararles los piés…

                                    Y lo recordaban con el primer martillazo con el ariete sobre la puerta de madera desvencijada. Entrando con en el edificio de derribo. Subiendo con las porras. Con los cascos estrechos y empanadísimos.Con la linterna led lenser hacían ringorrangos sobre los carteles. Debían de ser de hace 30 años. Pero aparecían ellos pegando a adolescentes embarazadas histéricas. En la pera de comunicación sintonizaban la misma sintonía que querían abolir. ¿Te gusta el teatro cabrón eeeeh? Se imaginaba dando porrazos al adjunto de la Universidad. Que se les daba de superior con su acento engomado. Ese acento vallisotano arrogante. Por fin podría rajarle la dentadura como si fuera la quijada de un caballo. Sí era su momento. No se repetiría. Cuando llegaron a la sala de la mesa del sonido no había. Había un hedor a sudor y polvo. Vieron la pecera a través de la cristalera. Había micrófonos. Junto a unos libros con rosas marchitas y bordados granates como de hermosas prostitutas…o de muertos sin dinero… miraron por la ventana con pena. Enfrente la pared tenía una mancha de raño.

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