Divinas palabras sobre una adúltera.

Enfado, llanto, remordimiento y olvido. Uno no se atreve a admitirlo pero cuando uno va de salvador a veces se convierte en un Judas. Aún lo recuerdo con remordimiento sin poder concretar el llanto. Yacoov llegó a nuestra ciudad, convivía con su madre que tenía problemas mentales y con su hermana. La señora ilegal que cuidaba a su madre era de Antioquia y un día a solas, se le insinuó: vivamos juntos en esta casa o en la mía y deja en el olvido todo tu pasado doloroso. La hermana los echó de su casa. En el piso donde celebraron una fiesta, yo le dije con enfado que esa mujer tenía un pasado oscuro, que posiblemente vivía de otro hombre que le pasaba dinero desde Estados Unidos. Que se había peleado con toda su familia y aquello acabaría mal. Al verse descubierta, dijo que yo había intentado seducirla y que actuaba despechado. Después de eso rompí mi amistad y me negué a seguir ayudándolos. Al cabo de un año ella se fue con el otro hombre que le pagaba una mensualidad, pero la amistad de Yacoov había acabado para siempre. HABÍA MUCHO RENCOR.