Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

viernes, 5 de abril de 2024

UNAS ALAS DEMASIADO PESADAS. (Microrrelato viendo a un niño limpiabotas estudiando con un libro en el suelo).

- Unas alas demasiados pesadas. -Mejor, así volará a ras de suelo, que es lo que le hace falta a muchos. UNAS ALAS DEMASIADO PESADAS. -En vez de ser tan mezquino y pensar solo en ganar dinero, podrías tener grandeza de alma por una vez y pasar página de que tu padre fuera rastrero y un tacaño rañoso contigo en tu juventud, que ya tienes 50 años. Raúl hablaba como si tuviera piedras en la boca a Papá Espino para que le regalara los libros de texto al niño limpiabotas. Parte del salario de Espino consistía en conseguir libros viejos de las expurgos de las bibliotecas públicas, arreglarlos y venderlos por Internet. Por tanto, regalar los libros de texto le suponía dejar de ganar dinero, la sexta parte de lo que ganaba en un mes. - Y cuando se los regales no mires atrás, que tú eres capaz de volver y robarle a un niño limpiabotas unos cuantos libros para ganarte 150 eurillos. Además hay más niños limpiabotas que lomiran con envidia, pero no podemos hacer más. Tampoco serás dadivoso para que el niño se acuerde de ti, eso no importa. El pobre muchos días no tendrá clientes y tendrá que aportar a su familia. Tendrá que pedir tantos favores en su juventud que puede que no se acuerde de ti. Lo único relevante es que tú tengas la seguridad de que tú sí eres buena persona, de que no eres otro puto cabrón y un falso que se justifica inventando excusas, que morirás solo. El recuerdo de tu bella acción te alegrará, no seas como la mayoría. Recapacita con el rencor que sientes por tu padre cuando lleva más de 13 años muerto. No seas así. No te vengues en un inocente. Espino se quedó solo masticando y rechinando no se sabía qué. Al día siguiente, dejó los libros de texto y dinero dentro y se fue. Dos días después, volvió con antelación. - El niño no es muy inteligente, se decía, al encontrarse el dinero debió desaparecer de aquí, temiendo que fuera un patinazo y que el dueño volviera a reclamar el dinero. Baaj, da igual. Se sonrió canoso, con las manos endurecidas, encorvado, y con problemas de espalda. Se fue a primera hora otro día más de calloso trabajo en que nadie le iba a regalar ni un miserable céntimo.

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