Alicia atraída por la madriguera

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martes, 2 de abril de 2024

Mi abuelo materno, la mitología japonesa y la Guerra Civil Española.

Mi abuelo materno - al único que conocí- me contaba de niño decenas de detalles diminutos de la Guerra Civil Española, cómo sonaban las balas de enfrente y sabía si estaban cerca las escopetas, el barro y la peste a sangre de la batalla del Ebro, de cómo después de estar en una batalla le invitaron a un espectáculo de boxeo pero no le gustó al principio tanta violencia, sus traumas, detalles de la mezquindad de cómo algunos acaparaban la comida que faltaba, y como tras acabar la Guerra le ofrecieron que se alistara en un ejército privilegiado rodeado de hambruna y pudiera dar una vuelta por España para conocerla, pero que no quiso porque era tiempo de cosecha, su madre estaba sola y podía pasar auténticas necesidades... y de su tierra no volvió a salir en toda su vida. Mi abuelo me contaba que él nunca se enteraba bien ni de las escaramuzas ni de cuál era su papel en cada batalla que libraba. Él estaba y no estaba, todo tenía un sentido matemático de irrealidad, hizo amigos de los que apenas recordó años después el nombre, y veía constantemente monumentos que no sabía si existían desde hace 2000 años o 50 y cuyo valor no conocía. Increíblemente, y a diferencia de mucha gente que conocía años después en Extremadura que ya solo vivió la posguerra una década después que hablaba con un extremo rencor de la pobreza de la posguerra. Años después he recordado en una mentalidad radicalmente diferente de la mitología-sensibilidad japonesa al que le faltó la extraña lógica de mi abuelo y le sobró ese exceso de fluir en el agua que solo existe mientras fluye taoísta budista -del ser y el no ser que se diferencian en el mismo individuo y en que todo lo contradictorio, lo débil y lo fuerte se necesitan hasta ser lo mismo, o lo de que hay cosas que solo existen mientras no se pronuncian. Mi abuelo no habría entendido nada de eso, y habría buscado una explicación científica o católica a cada templo, le hubiese buscado un sentido contundente, pero nada aristotélico. Y esa ambigüedad esta en los dibujos de las películas Ghibli que yo no sé hasta qué punto un japonés promedio normal entiende, porque funciona a través de códigos de conducta muy protocolarios y en la que yo solo podría entender el hambre en la noche durmiendo en el suelo con su fúsil suponiendo que volvería a entrar en batalla al día siguiente jugándose estúpidamente la vida.

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