Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

viernes, 3 de junio de 2022

Interstellar. ( Una gran historia de amor jamás contada).

Dedicado a Antonio Becerra al que algún momento le he hecho padecer. 50 años después frente a la chimenea que se apagaba oía en la noche profunda todavía su voz grave como de una bruja que me maldijera. Habíamos comido unas hamburguesas de colores en el asadero y por fin conseguí que nos fuéramos a pasear solos. Ella me regaló un collar de caracolas y piedras (lo hacía ella gratis) y yo le regalé un libro de diseño y dibujo en francés idioma que no hablaba, porque muy a menudo me hablaba de forma engolada en alemán idioma que no yo conocía, para que se supiera lo que se siente. También le regalé una piedra de bauxita porque presumía de geólogo y me comprometí a que si la cosa avanzaba le compraría una de serendibita, porque me hacía gracia su amor al lujo y al dinero. SISSÍ era una mulata bellísima, orgullosa, y pícara. Entonces sacó su móvil y fotografió un pino porque la aplicación con una foto adivinaba la especie de árbol y entonces salió que no era un pino canario sino ¡un ciprés de Arizona!¿un ciprés de Arizona? Después fotografió un verol para comprobar si funcionaba la aplicación y la respuesta que dio fue un ojo de tigre, y después un drago y puso otro nombre extraño. Después me dirigió el móvil para averiguar qué árbol era yo, le respondí que un alcornoque( por el refrán ser "tan tonto como un alcornoque"), y cuando salió mi nombre ponía VIOLADOR LEPTICAULIS VULGARIS. Sonreí. Lo había escrito ella. Tenía una fascinación por el dinero, los rascacielos, el lujo y el éxito malsana, pero quizá la quería por eso y cuando salimos no quiso que la invitara, cosa bastante extraña porque incluso aunque ella ganaba más del doble que yo, ninguna mujer que yo conociera salía sin querer que la invitaran. Si no invitabas no avanzaba el proceso. Su madre la había tenido con un suizo que se desentendió de ella desde antes de nacer en un "amor de verano" y ella tenía una veneración por lo suizo y todo lo germanófilo hasta la petulancia, por todo menos por su cultura claro, apenas le sonaba Goethe. También añoraba conocer a su padre. - Si ahora aparece un violador en vez de protegerte, me uniré a él por lo que me has escrito. Qué desagradecida víbora traidora. Se quedó callada y miró espiritualmente a la Cumbre. De cerca dos pardelas de cerca se abrazaban, separaban, gruñían rabiosamente, y cansadas se miraban de reojo y querían hablar pero ya no podían. Sissí me miraba satisfecha, tímida pero como si tuviera pensamientos extraños. Me preguntaba si aquello duraría. No me cogió el teléfono, pero al cabo de un mes me llamó diciendo que tenía una gran noticia. Sinceramente aunque estaba alegre también pensé que podría repetirse la historia de su madre. En un restaurante (a la tercera sí tuve que invitarla) me dijo que después de investigar había descubierto quién era su padre, era un hombre rico que vivía a las afueras de Zurich que no tenía hijos y que quería aunque tenía pareja que se fuera a vivir con él. Le recordé que Jorge Luis Borges estaba enterrado en Ginebra( a ver si con la excusa me invitaba a acompañarla a Zurich porque estaba tan loco como para dejarlo todo e irme a vivir con ella a donde fuera) pero cambió la conversación. El ratón huye y huye de habitación real a otra habitación de más lujo y cuando llega a la habitación real de Su Majestad viendo que no hay agujeros se da la vuelta y en medio del entusiasmo le come el gato vago. Antes de irse nos encontramos en la calle, yo de casualidad iba a su piso compartido a regalarle un caja de lujo de bombones (ya todo lo que me gastara en ella era dinero perdido y aquello parecía un infausto amor de verano), y ella me preguntó si guardaba una caja de bombones para cualquier chica. Por supuesto le contesté que sí, sin ganas de sonreír. La vida y las personas somos tan mediocres y envidiosas que no podemos creer en lo extraordinario. Te hice un retrato en la parte de abajo de la caja. No la tires le dije, recordándole la anécdota de Johann Goethe que hizo un dibujo en la puerta de un almacén a su amada hija de un párroco para que no le olvidara. La apretó, se fue como odiándome, como si la hiciera sentir que ella era la mala porque sabía lo que sentía por ella, pero me lo agradeció. Era el mediodía, Sissí me replicó que no permitiría que su padre que era un valiente, un expresidiario por una causa justa muriera solo, que lo cuidaría hasta el final, y se fue erguida pisando fuerte sus tacones como una heroína fanfarrona que se enfrenta contra un ejército superior contra el que no tiene posibilidades.

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