Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

lunes, 12 de febrero de 2024

El asesinato de la madre del gran Sócrates.

Antonio, nuestro amigo, siempre tan bueno y cariñoso, ha desaparecido. Vamos a buscarlo...me repetía. Conocí al gran Sócrates cuando empezaba en Ingeniería Informática y él ya tenía 30 años. Sus conversaciones eran increíbles, te cogía de una anécdota cotidiana y la elevaba sin misecordia hasta llevarte a lo sublime. Salvo yo nadie valoraba esta virtud. Era un gran contador de ficciones, un genio... pero ¿un genio de qué? me preguntaba mi hermana enamorada de él. Su gran amor frustrado de años. Un genio...de nada. Como informático no sabía ni limpiarte un virus y eso que llevaba años en la Universidad pagando matrículas cada año. Tampoco había escrito ningún relato y una vez que transcribí un brillante relato suyo... me di cuenta que había demasiado humo. Mucha poesía sin poesía y mucha filosofía trillada negando la autoayuda. Solo había trabajado dando clases de matemáticas básicas a niños y de iniciación a Internet a señoras mayores. Un día me lo topé en la guagua, tenía 55 años. Yo estaba metido en no sé qué proyecto maravilloso e iba con prisas. Me comentó que su madre llevaba 2 meses muerta pero que no se iba a deprimir por eso. De hecho, se le notaba más nervioso que triste. Seguía con sus sueños de juventud de publicar un libro de relatos que no había escrito y me decía que iba a hacer gestiones en el Juzgado. Seguía siendo tan guapo, elegante y culto como siempre, fue eso lo que en parte impresionaba a los demás y seguía en las nubes. No me lo confesó, pero había leído en un faldón del periódico que su hermana lo acusó de que el infarto agudo de miocardio de su madre lo había provocado él envenándola. Tiempo después desapareció hasta que me lo reencontré, pensaba que estaría huido en el Caribe, me comentó que había renunciado a la casa de su madre. Era típico de él, en vez de defender su nombre, era incapaz de un crimen tan atroz, decidió huir sin dar la cara a cambio de darle a su hermana lo que le pidiera, con tal de que la noticia se olvidara. Pero la mancha estaba ahí. No quise preguntarle por si me mentía para protegerse. Durante el trayecto vi que tenía una pisyola dentro el chaleco y no quise replicarle nada,se bajó en la parada del Juzgado supongo donde dividiría la Herencia con su hermana. ¿Por qué llevaría esa pistola? no quise saberlo nunca... Se bajo como un aristócráta apuestísimo yendo a un duelo en medio de un bosque soleado. No le dije nada a mi hermana, porque ya no le importaba a nadie. Me daba pena de su madre, de él y sobre todo de mi hermana porque el hombre más extraordinario que conocí se había deshecho ante mi vista.

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