Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

viernes, 19 de mayo de 2023

"Tenemos una deuda pendiente. Tú me debes algo y lo sabes..."

Me sangraban las encías. Sentía remordimiento mientras sonaba el vibrador del móvil con el dibujo de un bebé punk sonriendo y señalándome con el dedo. Estaba en una madeja insufrible de emociones. El estornino ensangrentado había conseguido salir de la jaula de mi balcón de una octava planta aunque yo sabía que no podría sobrevivir y menos aún con la ventolera de arena del desierto. Mercedes se había quedado embarazada y dudaba de si abortar o no. Ella con 28 años se consideraba más lesbiana, sin embargo no hacía más que relacionarse con hombres. Dudaba de quién era el padre. Merche se ponía en situaciones retorcidas. Después angustiada necesitaba invertir dinero para asegurarse que no habría marchar atrás. Tras esto ya después de haber perdido dinero me miraba aterrada como si necesitara que alguien lo arrastrara y le tratara con cariñito para salir del infierno rocambolesco en que ella solo, el gran aventurero, se había metido. Pero esto era distinto. Lo más irrisorio es que estaba en un proceso de adopción de una niña en Etiopía y ya había hasta comprado el billete de avión pero quería abortar. Me llamaba porque sabía que yo le iba a apoyar pero me sentía culpable y algo sucia. ¿Por qué tenía yo que resolver los problemas de nadie? Además a la larga me veía ayudándola a cuidar a cualquier bebé que quisiera tener. Me quedé viendo un documental sobre como pasaban láminas de acero por una fresadora gigante. Salía por el otro lado una especie de confetis requemados y lo tiraban a un contenedor. También veía a bonzos quemándose vivos sin moverse. Me recordaban a lo que sería un aborto. Merche me invitó a comer en su piso en Mesa y López pero ni quise ir de compras para comprar tacones ni vestidos, ni comer, ni nada. Le deje un mensaje: "Esto puede destrozar tu vida. Eres una mujer adulta". Sin nadie, sin ahorros, con trabajos precarios, no supe qué decisión tomó. No supe nada de ella durante casi dos años. Un día me tocaron a la puerta. Era Merche desaliñada que me dejaba a un bebé sonriente de poco más de un año porque tenía que trabajar. No tenía a nadie con quien dejarlo. El bebé estaba sonriendo. Le señale muy seria con el dedo para que no me llorara. Me chupó el dedo mientras me miraba fijamente. De pronto, en la radio sonaba una canción de reguetón: "Tenemos una deuda pendiente. Tú me debes algo y lo sabes..." Como no podía abrir el potito cogí un cuchillo, lo agujereé entre la rabia y la aceptación para quitar la presión del aire. Le di de comer. Creo que esto me convirtió en la madrina oficial de Pedrito...

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