Sin escapatoria.

"De un día para otro Ernesto se volvió millonario. Aquí hay algo muy raro... Ernesto siempre había sido un escritor solitario y su único amigo Yeray fue a verle bastante necesitado entre la espada y la pared, sabía que siempre jugaba ese número y quizá no se había enterado de la noticia, para que por fin le prestara dinero en el último momento porque ya no tenía excusas. Ni siquiera tocó a la puerta que estaba entreabierta entró por el pasillo sucio con bolsas de basura y cosas tiradas. Entró al luminoso salón lo encontró escribiendo, cuando notó su presencia lo abrazó, y le dijo "Chusa Urbach la aristócrata ha muerto". Lo susurró llorando turbiamente, con las manos temblando y le abrazó fuerte apretándole. Yeray no sabía quién era, solo había tenido una gran relación en su vida, conocía a sus allegados y ese apellido no era común en Canarias. Se fue desorientado y no se atrevió por vergüenza a pedirle el dinero, sino que le deseó que se repusiera. Unas semanas después en el periódico local salió un cuento largo anónimo de dos amigos que profanan una tumba de la amada de uno de ellos, el nombre que ponía en la lápida era: Chusa Urbach. Yeray sintió ganas de romperle la boca a puñetazos, de reventarle la cara una y otra vez, una respiración profunda de rencor impotente como cuando retrocede la ola entre las piedras. Su amigo estaba compungido visionando el sufrimiento del personaje de una obra mientras él se estaba muriendo de hambre...El puto cabrón...