Literatura/ lengua,cine, música y arte.
Alicia atraída por la madriguera
viernes, 26 de febrero de 2021
La expiación de la puerta violeta.
...Y el Inspector García seguía preguntando, evidentemente yo era sospechoso...
La semana pasada había criticado a mi sagrada madre a sus espaldas y hoy aparecía muerta. A la gente le parecía un monstruo porque no me entendía. Yo apretaba su mano y la abrazaba con todas mis fuerzas pero sin destapar la sábana que la policía había puesto por encima. El inspector me miraba de soslayo para distinguir si fingía o no. Porque no la odiaba y lo único que lamentaba de ella era su eterna debilidad y afán de ser una mártir. Mi madre fue ¿fue? sí Dios fue,una mujer francamente bella, bella de verdad, con una cultura amplia (bueno,aunque con lagunas) e increíblemente trabajadora,pero ¿y qué?
Cuando mi padre nos abandonó mi madre se negó a denunciarlo para que nos pasase una manutención, y todos nos pusimos a trabajar en trabajos de mala muerte en los que apenas durábamos. Nos había mimado demasiado, y estábamos sin reacción, lentos,y nos acostumbramos a mentir para justificarnos.
Años después mi hermana menor se emparejó con un hombre mayor que llegó a nuestra casa tirando las colillas al piso de nuestra casa.Entonces cogió fuerzas y pasó de la admiración al desprecio hacia mí,como si yo tuviera la culpa de que no hubiese podido acabar una carrera. Ellos también me acusarían,pero me daba igual.
Veía el suelo de granito como un mar picado y las baldosas temblando. Sentía una profunda angustia y vergüenza, me preguntaba si se habría enterado y me repetía con angustia si podría cumplir el deseo de cambiarme por ella.
Poco a poco levanté la sábana para ver como estaba su bello rostro(¿estaría hinchado o deformado?). Y cuando me apreté los ojos para quitarme las lágrimas vi ¡que no!¡qué no!¡qué no era ella! Me giré para ver al inspector y al lado estaba mi madre confundida, enajenada, de no enterarse de la situación y fui a abrazarla apretándola fuertemente. Quisimos hablar pero no pudimos, era como si hubiésemos firmado una promesa con sangre de no volver a hacernos daño nunca...
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