Literatura/ lengua,cine, música y arte.
Alicia atraída por la madriguera
lunes, 20 de octubre de 2025
La foto de los dos bebés.
La vida está llena de historias extraordinarias.
Cuando vi cómo él miraba la foto con los dos bebés lo descubrí todo, aunque era tan orgulloso y egoísta que nunca reconocería su culpa ni me pediría perdón. Quiso prestarme su casa por tiempo indefinido al lado de la suya, sin aparente motivo, pero después descubrí que tenía cáncer,que no le debía quedar mucho, quería a alguien optimista y sensato que supiera de medicina. Al principio le dije que no, pero después acepté.
Yo estudié con su hija El3na en la Uni, era hermosísima y estuve enamorado de ella. Un día se acercó a mí diciendo que había conocido a alguien por Internet y que venía a mí para que lo detuviera porque ir allí era una auténtica locura, porque en Senegal hay muchas estafas y era un país peligroso. "- Tú vienes a mí para llevarme la contraria, lo mejor es que vayas, si no te arrepentirás toda tu vida, no estudias, no trabajas, no te centras. Vete. Intenta que no te estafé y que no sea una trama de prostitución o alguna historia rara. Pero vete, no hoy ni mañana, pero dentro de unos cuantos años te arrepentirás y me odiarás y no quiero eso. Cumple tu sueño.
Lo hizo, y lo más increíble es que salió bien. El muchacho se llamaba Uri, y en aquella relación la que parecía enamorada de verdad fue ella, no él. Después se fueron a vivir a Melbourne. Pero ahora él que guardaba rencor era yo,al padre de ella que siempre nos había despreciado, le había inculcado su amor de voluntario por el África Subsahariana y ahora que se estaba muriendo de alguna manera me pedía ayuda, sin decirlo.
Dos años después viendo FACEBOOK, vi a El3na gordísima con un bebé negro en una mochila, ya no quedaba casinada de la bella El3na y estaba divorciada.
Por un lado, sentía rencor hacia aquel padre cabrón y egoísta, pero no podía dejarlo abandonado, estaba deseando que se acabara todo de una vez, porque no me atrevía a echarle en cara nada, ni abandonarlo. 
Un día le enseñó la foto como echándoselo en cara, me comentó que lo sabía. Al día siguiente apareció muerto en su cama con la foto apretada en su mano. Organicé su funeral, al que no fue nadie salvo un grupo de escritores aficionados, ni siquiera su hija a la que avisé. Todos ellos habían vivido como escritores, se habían sacrificado, habían sufrido inútilmente lo indecible, pero nunca habían publicado un puto libro.
La foto que puse en su funeral fue la foto de su nieto saludando a otro bebé. Ordené la incineración y ofrecí sus novelas y relatos a los editores allí presentes como nadie los quiso los tiré a la basura. Yo también sé hacer bromas -me dije. Y me fui sin mirar atrás.
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