Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

viernes, 30 de mayo de 2025

EL GOL en la Unió Esportiva Lleida.

Con diez años me fui a vivir a Lérida y estuve poco tiempo apuntado en las categorías inferiroes del equipo de la ciudad. Nunca fui un gran jugador de fútbol, solo alguien melancólico con una familia que era un infierno, que sabía aprovechar las oportunidades que había. Empecé a jugar invitado por un chico que sí era un crack, ¿mi compañero habrá sido profesional como apuntaba? Entonces mis nuevos compañeros habían puesto muchas ilusiones en mí. Empezamos el partido amistoso, y en cuanto me pasaron el balón como centrocampista en vez de pasárselo al siguiente, ME DI CUENTA que había habido una confusión en el equipo rival y no tenían un defensa libero y yo que estaba ladeado a un lado, avancé y avancé sin pasar a nadie el balón y sin tener obstáculos frente al equipo real. Alguien me gritó: ¡pásala,pásala!, pero seguí y seguí y me vi solo frente a un portero descolocado y tiré un balonazo vulgar hacia una esquina y marqué gol inmediatamente. En el equipo rival estaban enfermos de ira gritando, el capitán cogió por el cuello a un compañero y pegándose a puñetazosy empujándose entre ellos "¿dónde estaba el líbero?, ¿cómo les habían podido marcar un gol tan fácilmente?, ¿por qué el portero no reaccionó mejor? ¡ni los defensas?" El que cometió el error, no tuvo el valor de salir, los demás defensas miraban al suelo. Los compañeros de mi equipo me rodearon para felicitarme. Después del partido cuyo resultado no reuerdo pero debió ser positivo, me fui a un cañaveral al lado para dar un paseo de la alegría unos minutos, antes de volver a mi casa que estaba a 20 minutos. Hay goles de potra, que se marcan en la memoria hasta 35 años después, que te dan la felicidad durante décadas, que uno recuerda a pesar de uno mismo, que lo dignifican y le dan plenitud. Hasta me salieron lágrimas que los demás confundieron con el frío de noviembre. En ese chispazo todo el mundo creyó que yo era un crack que había que confirmar. Pero no, no era un crack. El hechizo iba a desvanecerse pronto, poco a poco en los entrenos diarios, con los delirios de una madre esquizofrénica y perversa que favorecía sin querer que me autoboicoteara. De hecho, tras unas pocas semanas cansado de trabajo sin apenas resultados decidí no federarme en el equipo y darme de baja. Fue un acto de dignidad.

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