EL MEJOR VINO ES EL QUE SE COMPARTE.

Después de una vida de trabajo duro sin quejarse, sin ningún lujo, de que otros se llevaran sus méritos y del sacrificio para que sus hijos pudiéramos ir a la Universidad se merecían este viaje de sobra. Casi me dio un infarto cuando vi la foto en un periódico italiano en Internet. Todo empezó una vez que mi hijo en la cena bromeó con lo mal y lo antiguo que iban vestidos los abuelos. Tuve que corregirlo. Entonces me acordaba de mis padres, sobre todo de mi madre que con los ahorros de toda su vida me había pagado mi carrera universitaria en vez de viajar una vez al año. Casi no había viajado en toda su vida. Se estaba haciendo mayor, ya le costaba concentrarse y le fallaba bastante la memoria. Se me partía el alma. Siempre había soñado ir a Venecia después de ver tantas películas de Sofia Loren, Mastroianni y de Vittorio Gassman y les regalé el viaje a los dos a Italia. Cuando vi la foto, pensé que les había dado un infarto y que se habían quedado en el sitio. Vi la cara del gondolero sonriendo. Parece que se quedaron dormidos después de tomar vino en la comida y con el sol mientras miraban los canales. Qué susto Dios. Qué jodíos. Después sonreí feliz de compensarles por tanto.