LA LEY DE LA SEGUNDA MUERTE.

Dedicado a Shakespeare y a Adam Smith sin prepotencia barata. Reto semanal, un texto con las siguientes palabras : (Fotografía, Sempiterno, Telegrama, Remordimientos). Prendes tenía 30 años y seguía en su sempiterno Grado de Ingeniería Industrial. Angustia, ansiedad, maratones por el pasillo. Guardaba una fotografía con su madre, que durante años había tenido que limpiar escaleras y cuidar a gente mayor, fue la que lo convenció porque era su sueño y que insistió aparte de los remordimientos mutuos para que acabara la carrera. Las normas de permanencia del Decanato eran muy duras, tras seis convocatorias finales estabas en la puta calle, después de años de estudio, habiendo desperdiciado tu juventud, sin currículum y sin haber trabajado en el sector. Aquel era su examen final de una asignatura que o aprobaba o estaba fuera. Bastante café, semanas de estudio nocturnos sin dormir. Tenía que hacerlo ante un Tribunal, sí ante un Tribunal con tres profesores estrictos. Él ya había tirado la toalla hace tiempo -su primera muerte-. Cada día cambiaba la opinión de si presentarse o no, aunque predominaba el no. Pero después pensaba que quería ver la cara frígida de sus verdugos, de los tres: dos mujeres y un hombre que le habían hecho la vida imposible, aunque también había puesto demasiado con su dejadez. Dejó de estudiar el día antes, bebió un poco de alcohol para desinhibirse y fue sabiendo que no se sabía la mitad del temario de 188 temas desde Mecánica de fluidos hasta Resistencia de materiales V. Al final le dejaron elegir y confesó el examen por escrito. Sabía que había cometido patinazos graves y sus lagunas resultaban evidentes. Desolación, vergüenza y culpa ante los sacrificios de su progenitora, necesidad de culpar por el egoísmo de sus amigos y enchufismos, y una martirizada magnanimidad ante la catástrofe. La nota se la dieron al día siguiente. En el telegrama a su madre puso: - Somos ingenieros.