LA MALDICIÓN DEL LABERINTO.

He salido a pasear un rato y creo que ese hombre me está siguiendo. Si voy de prisa, él me sigue. Estoy asustada.Debe estar mal de la cabeza. Le costó muchos años a Águeda que se le apareciera, se le apareció cuando ya le había olvidado y no le importaba a nadie. En un desierto de edificios de oficinas en el Puerto estaba su quinta planta, con una puerta a un baño y sin ventana. De alguna manera le echaba de menos, pero de lejos, nunca había tenido una conversación con él, pero se despedía de él cuando se lo cruzaba en la puerta del edificio. Águeda llevaba la contabilidad infinita de la oficina, con números infinitos que no entendía para que su superior en el piso de arriba escribía la contabilidad de unas cuentas que no parecían tener fin,pero era su trabajo y le daba igual que fuera absurdo. ¿Aquel hombre se había obsesionado con ella? ¿Sería peligroso? ya le han habían avisado que el amor frustraría su brillante carrera profesional y después como el efecto del mar en las tuberías se quedaría desolada y sin trabajo. "El amor no tiene remedio" le habían avisado. Así que aquella noche a pesar de todo salió, sabiendo que aquel amor platónico de la Universidad la estaría esperando. Cuando lo vió aparecer llamó a un policía para que lo detuvieran por acoso. - ¿Dónde está ese hombre? preguntó el policía. - No lo sé, creo que lo amo,pero si estuviera en la Universidad me metería a monja. Y llorando sin saber bien lo que decía, lo abrazó.