Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

jueves, 3 de agosto de 2023

Un tigre rabioso en la red.

Hacía poco que el viento había despojado a los árboles de la insoportable capa de polvo que los cubría. En aquellos días todo el mundo hablaba de un crimen terrible en la zona. Vittorio estaba muerto para el mundo y tras hacer dos bromas macabras, se calló. Vittorio no se entusiasmaba taciturno con estas tonterías. Mi vecino Vittorio el quiosquero me miraba con curiosidad,evitándome y a veces con rencor, mientras su gato con manchas rojas merodeaba. Su "librería" era de lo más absurda, un alquiler de una tienda de renta antigua, ahora en Agosto donde debía vender libros de texto para los niños, él se dedicaba a vender y sobre todo a leer revistas de colores de los ochenta y libros incunables que nadie entendía. Parecía como un adolescente retardado que desde joven había querido ser escritor y aunque nunca publicó su libro siguió creciendo, encerrado en su tienda, leyendo lo que caía en sus manos. Este hombre se pasó toda su edad adulta en su librería de viejo rodeado de libros. En el verano cuando me eché novia lo veía después de venir de la playa. Lo veía solo con simpatía y con pena. Siempre solo en su mundo. Una vez me dijo que 2 más 2 no son 4, sino que 2 más 2 solo pueden ser 2 más 2. Que la literatura solo era literatura, no una especie de hipercubo que nos obligaba a vivir tramas que no siempre entendíamos porque solo dependíamos de nosotros mismos. A veces me daba un profundo asco porque seguía siendo esclavo de un delirio juvenil de ser un santo inútil de la literatura ¿para qué servía todo aquello? Yo en aquellos días me había reencontrado con Lidia que estaba llena de secretos. El único que me importaba es que hacía un par de meses había fallecido su madre a la que cuidaba desde hacía 5 años. 5 años sacrificados. No estaba triste pero sí cambiada físicamente. Quería vivir a lo bestia. Así todos los días teníamos planes. Por la tarde noche volvíamos a casa y yo ignoraba a Vittorio porque entre los dos se había creado una complicidad entre solterones que yo quería romper. De hecho, una vez me dijo que Lidia no me convenía, supongo que por envidia. Por las mañanas, cuando estaba solo, hojeaba sus libros, y un día compré por 20 euros una edición de las Obras Completas de Homero en papel japonés de los años 50.Era una joya y logré venderlo en Internet por xxx euros. Una tarde en que estaba me atreví a iniciar una conversación con él. Según me confesó había heredado una casona destartalada enorme en el pueblo pero era un solterón que quería en la ciudad. Nunca le interesó el dinero, vendió su propiedad como pudo y se quedó con el alquiler de ésta. Lo único que amaba era su biblioteca de revistas amontonadas y de libros de aquí y de allá. Consiguió el permiso para abrir una librería y se contrató a sí mismo sin importarle mucho si el negocio era viable. Hoy su rostro renegrido y arrugado marca su personalidad suspicaz que siempre cuando le quedaba voz llevaba la contraria y quería tener razón. Sigue leyendo recostado, sentado en la puerta de la calle dando a la acera, con ese olor a chabolas de barriada propia de los libros viejos amontonados. Un día simplemente me dijo que le había inspirado, que quería dar una vuelta al mundo de mochilero y cumplir el sueño de su juventud. Por fin, él también había decidido vivir. Me pidió que publicara la Obra Maestra de su vida. Le escribí un whatsup aunque apenas sabía manejarlo: "Hay gente como las nubes que elevan a los qUE les rodean como aL REFLEJO de la luz, y hay gente que tapan la luz y los hunden. Piensan que pasan desapercibidas pero no es así. Gracias por ser de las del primer TIPO". Yo y Lidia le regalamos una tarta por su cumpleaños y un regalo caro sin confesarle de donde saqué el dinero. Mientras estábamos comiendo tocó en el telefonillo muy fuertemente. Vittorio se quedó blanco, algo terrible estaba pasando de lo que no nos enterábamos. Cuando abrió la puerta estaban allí dos policías, lo empujaron de un golpe contra la pared y lo acusaron del crimen de su patrona. Ahora era yo el que lo observaba mientras se lo llevaban. Cuando abrí sus libretas solo encontré fragmentos inconexos escritos a lápiz, con faltas y hablando amores frustrados del pasado.

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