Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

sábado, 13 de marzo de 2021

Fredo también quiere una cuidadora. Un problema de epistemología.

Desde que mi tía se casó dijo que ella no cuidaría a mi abuela que contrataran a una cuidadora. Mi abuela viuda se negaba radicalmente a meter a alguien en su casa. Eran tres hijos: mi tía una mujer corpulenta y con carácter, mi madre sensible y tranquila, y mi tío Balta un celador escaqueado que se había quedado con la azotea, construyendo, tras separarse y se pasaba el tiempo libre fumando hachís. Al final contrataron a una inmigrante ilegal. Al cabo de unas semanas encontraron a la cuidadora y a mi tío haciendo el amor en el dormitorio. Se lo reclamaron claro: "mira faltan cosas en la casa. Te damos el finiquito y márchate". La cuidadora que no estaba de acuerdo con el poco dinero, les replicó que no se iría hasta que le pagasen lo que le debían y tuvieron que llamar a la policía. Tras casi una hora de peleas consiguieron echarla. Mi tío se escondió en la azotea. Por un momento pensé que pagaría la diferencia o que la defendería, lo que nos perjudicaría frente a la policía, pero tenía una capacidad insólita de inventarse historias en base a anécdotas superficiales. Y se quedó cavilando llevándose la contraria amargado. En conclusión él no tenía nada que ver, se quedaba en las escaleras observando amargado, hablando consigo mismo pero sin reaccionar. La brisa del mar inclinaba los flamboyanes y el suelo parecía lleno de sangre. Al día siguiente, dos hombretones de acento extranjero llegaron exigiendo el salario "impagado" de la mujer. En esa ocasión mi tío sí les apoyó. Creo que para él era una forma de vengarse contra su madre a la que culpaba de que las cosas no le hubieran ido bien, pero su odio no iba a beneficiarse de nuestro dinero. Incluso sospeché de que él les informó de que la abuela tenía todos sus ahorros en casa, esperando repartírselo y le susurré a ella que los escondiera mejor. "Acabo de llamar a la policía. Discútelo con ellos". Balta me miró con rencor, con pena y suspicacia pero creía que decía la verdad. Estaba enfrente de mí respirando en mi cara, y mi abuela enorme debilitada en la puerta de la casa. Se puso a gritar que aquello era una canallada, pero ya había tenido una pelea y había pasado una pequeña temporada en la cárcel. Lo que es peor: su madre era la única que lo defendía. Al verla en la puerta, se metió en la casa sin decir nada. Los dos hombres viendo que venía la policía tiraron un par de pedradas a una ventanas, gritaron unos insultos y se fueron. Por la noche, le comenté a mi madre: mamá, ¿sabes? al principio, también quise ponerte una cuidadora, pero visto lo visto no compensa. Habrá que ligar de otra forma. Se sonrió soñolienta.

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