Deberían inventar una palabra que recogiera la sensación del amor sublime por algo que uno sabe en el fondo que es insignificante y en muchas maneras frustrante:
del hijo por una madre esquizofrénica a la que han definido como una pobre mujer.
El del trekinista privilegiado por una isla minúscula como Gran Canaria, de 1500 kilómetros cuadrados en la que no hay incentivos,ni apenas se puede prosperar,
La del saharaui que ama su campamento de refugiados polvoriento y con algunas cabras sueltas en medio del desierto.
Por la propia incapacidad de sacar lo sublime de uno mismo y de los otros que le rodean y a los que sublimemente ama.
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