¿Por qué mi amigo Adolfo un periodista pretencioso había decidido infiltrarse en una secta, la Iglesia del Amor Eterno para escribir un artículo? De alguna manera odiaba el mundo. Aquella noche había quedado con Patricia otro topo de la secta pero cuando se negó a tener sexo con él,cogió un cuchillo y la apuñaló. No quiso hacerlo,pero huyó repitiéndose "Dios perdóname,perdóname,sálvame de ésta y a partir de ahora seré bueno". Al día siguiente, los periódicos publicaban que había sido un suicidio. De pronto, el resto de devotos lo vió como uno de los líderes de la secta.
Seguía siendo una persona antisocial,odiada por muchos, pero tenía un carisma insondable con discursos incendiarios y moralistas que invocaban a una nueva Justicia Social. La Secta no solo vivía de grandes donativos de ancianos solitarios,a los que se presionaba,sino tenía muchas familias de segunda generación con un gran sentido de la jerarquía. David podía vengarse del mundo con unos devotos que exigían mano dura para los discordantes,condenándoles al ostracismo y hasta a provocar accidentes fatales.
Adolfo era el Profeta de la comunidad, había cosas que tenía que defender aunque le repugnaban. Una de esas cosas era el uso de drogas que dejaban secuelas psíquicas y otra la prostitución sagrada que se venía practicando en la Iglesia, quizá porque se identifica con aquellas jóvenes hipnotizadas por el desierto. Era un hombre que quería vengarse del mundo en inocentes,pero cuando les veía a la cara, sabía que eso iba a condenar su futuro, le amargaba profundamente.
Una mañana cuando iba por la calle, se encontró a Patricia, ¡¡¡estaba viva!!! La paró y le preguntó qué pasaba. Ella le contó que durante años había querido escapar de la Iglesia,pero nunca encontró la excusa. -Pero,le respondió, tú no sabes las cosas horribles que el remordimiento por haberte matado me hicieron hacer.
Cosas realmente horribles.
Aquella misma mañana fue a la policía y denunció a su propia organización. La semana siguiente cuando pudo ver a las jovencitas liberadas,avergonzadas,sintió un alivio profundo. Pero ya no solo le odiaba la sociedad sino los suyos, sus devotos. Por tanto, aquella misma tarde incendió su propio templo,dedicado a él, esperando que la policía llegara para que lo metieran en prisión, pero los que llegaron fueron una decena de devotos,que al verlo fumar delante de las llamas, lo lincharon.
Años después he visto bromeando ingenuamente a aquellas jovencitas: Maite Cambreleng, a Teté Prendes yendo a la Universidad para acabar una carrera sin saber nada de la historia de aquel hombre que las libró de un destino siniestro. Nadie reclamó sus restos y lo enterraron en una fosa común de tercera categoría. Dicen que otros miembros volvieron a refundar la Iglesia en otro sitio.
Yo escribí su nombre en la única pared que quedaba entre las ruinas y un ramo de flores de plástico. Había estallado la gloria de su propia estatua pero era la primera vez que lo sentía como un profeta.
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