Alicia atraída por la madriguera

Alicia atraída por la madriguera

lunes, 17 de marzo de 2025

La historia de la esposa de Camilo José Cela.

- No llores mamá, tus lágrimas nunca valdrán la Luna. -Gracias, hijo, gracias a ti he podido recordar lo feliz que fui de joven. "La chica que sueña con acercarse a la luna...Estará contenta con su llegada" le contaba Camilo José Cela a su hijo intentando inculcarle la ambición desmesurada que él y su mujer habían tenido desde que empezaron a salir. Se conocieron de jóvenes cuando él acababa de llegar a Madrid y era un periodistilla y ella secretaria. Ella le dijo: "tú ganarás el Nobel de Literatura, yo te ayudaré". Ella le pasaba todo lo que escribía a máquina de escribir y obligaba al vago de Cela a seguir escribiendo. Cela fue adquiriendo prestigio y con 70 años era un escritor increíblemente reconocido. Cuando parecía que pasarían juntos la vejez con su hijo, estalló la bomba. Cela tenía una amante 40 años más joven Marina desde hacía 4 años, y quería hacerla su esposa. Para colmo, le concedieron el Nobel de Literatura. Entonces el hijo le contaba el cuento de la niña que soñaba con ir a poner una bandera en la Luna. - No llores mamá. Al final habían conseguido llegar y clavar su bandera. (La madre se sentía como un Moisés que veía la Tierra Prometida que nunca habría de pisar). Charo esperaba ir a la Ceremonia como madre de su hijo y su secretaria pero despechada realizo una entrevista donde dijo que había tenido una relación sentimental con Caballero Bonald, un escritor más joven que ella, y que había sido el hombre de su vida. Cela ya tenía la excusa para no invitarla a la Ceremonia y Marina para decir que no fue esa gran historia de amor sublime, sino una pareja por interés donde su esposa hacia de secretaria y administrativa. Incluso la mayoría de la gente que apoyaba a Charo, prefirió ignorar la entrevista y no hablar del tema, como de las infidelidades de Lady Di en su momento. “Nos casamos sin amor, porque el amor es para cursis” dijo de joven Charo una vez, pero era mentira. Con algo de rencor e impotencia paseaba por Madrid con su hijo recordando los momentos felices de su matrimonio con Cela. Sus paseos con bailes por el Retiro, las fiestas en Gran Vía donde la gente no se podía quitar el abrigo porque no hay dinero para la calefacción. “Gracias, hijo, gracias a ti he podido recordar lo feliz que fui de joven”.

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