Cuando nos preocupábamos por el qué dirán...éramos mejores personas.
Ahora que vuelvo a estar en una comunidad católica me doy cuenta lo importante que es el que dirán para ser buena persona. Y como ni siquiera estar en contacto cotidiana con la moral católica estricta redime en el comportamiento.
Te encuentras a gente que encuentra una nueva pareja,que tenía un matrimonio con una kika, pero que no quiere ayudar para nada en el cuidado de sus hijos, 6 hijos, pero "ellos ya son independientes" porque el mayor debe de estar estudiando empresariales(?),pero a los que supuestamente paga una indemnización.
O la mujer beata que siempre está con el autobombo de que ha sufrido mucho que estafa a su hermana,débil de carácter y con hijos, su parte de la herencia.
Detrás del egoísmo de rapiña siempre esta una hipocresía,donde hay vidas de terceros que acaban siendo afectadas gravemente, y se recurre a que yo tengo derecho.
Los amigos quitamos importancia a este ejercicio de su derecho, y nos damos cuenta de que el egoísmo,la canallería, pocos productivos a la larga,empobrecedor a nivel afectivo,no se resuelven si uno no tiene metido íntimamente un rotundo sentido de la empatía y en el fondo de la justicia.
A veces recuerdo a las madrastras o los padrastros que se obsesionan para que sus hijastros sean unos vencedores trabajadores y son estrictos con ellos,como en el caso del déspota padrastro de Charles Baudelaire. Todo producto de una confusión en búsqueda de dos sentidos de la excelencia imposibles de conciliar.
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